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Javier Milei o Sergio Massa: la configuración de un nuevo país, pase lo que pase
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Javier Milei o Sergio Massa: la configuración de un nuevo país, pase lo que pase

En quince días, Argentina no volverá a ser el país que fue, pase lo que pase. Absolutamente todos los pasillos oscuros, todos los límites corridos, con los abismos más cercanos y lejanos, todo se conoció en esta campaña en donde no quedó ley por violar, ni insulto por volcar. Es el resultado de décadas de deterioro de la clase dirigente, en la que no primó otra cosa prácticamente que el crecimiento patrimonial por sobre la cultura, el hedonismo por sobre la resolución de los problema de un país cada día más brutal, y el regocijo por el saqueo estatal por sobre la austeridad.

Sergio Massa o Javier Milei representan algo que, en su mayoría, no quería la sociedad. Ambos representan algo extremo, lo nuevo, lo estridente, rimbombante, casi casi violento, temerario y pasional de Javier Milei. Sergio Massa es la consolidación de la crisis de valores, es la cristalización de la muerte de la palabra, en donde se puede venerar a quien se prometió apresar, es donde se puede candidatear desde el cargo que juró incompatible con una campaña presidencial. Nada importa, es otro país el que viene.

Javier Milei es quien prendió fuego todos los manuales. Es incorruptible, noble entres sus pares, con una historia de dolor que lo quemó como vaca en la manga, que pretende redimirse de sus dolores salvando un país padeciente y decadente, donde Martín Insaurralde intentó explicarle a los lomenses que ni él ni su familia valían la pena, pero lo votaron igual, para alegría de la pareja. Es Milei lo que necesitaba Argentina, un botón de muestra de lo venidero en términos morales, inquebrantable, absolutamente irreverente, con brotes de enojo difíciles de dimensionar y sin ninguna estructura, eso es el movimiento liberal que con astucia, método e incansable trabajo logró forjar quien hace treinta meses causaba gracia por ser el invitado más estridente de la televisión.

Sergio Massa logró demostrar que no tiene sentido absolutamente en ningún espacio la pertenencia política. Logró tras un incipiente paso por la liberal Ucedé recalar en el PJ, quedar bien con Eduardo Duhalde por organizar un asado treinta años atrás, crecer y posicionarse tras un matrimonio de poca esperanza y convencer a los jubilados de que su jubilación podía ser mejor si se la estatizaba habiendo jurado que sólo de forma privada se podían administrar los fondos jubilatorios. Massa juró a este cronista en 2009 que antes de ser candidato testimonial de Néstor Kirchner dejaba la política y lo fue.

Massa, logró que el valor de la palabra sea relativo, lo mismo que el epitafio de la cultura política preexistente, donde los dirigentes valían únicamente por lo que prometían y decían en la cara de sus votantes. Nadie pensó que iba a barrer a los ñoquis de La Cámpora, pero menos que menos colaborar para que la fábrica de pastas multiplicara sus sucursales por todo el país. Sólo Sergio Massa, su inteligencia supina, su mirada ácida y descorazonada, su mente fría e incansable, pudo lograr que la paupérrima gestión que tuvo en su ministerio, con el vergonzante Gobierno que apoyó, sean competitivos electoralmente. Es un país que se terminó, y dio espacio a uno nuevo que sólo genera desgano y temor por lo futuro.

Martín Insaurralde aportó su grano de arena, le explicó a los lomenses con detalle que no valía la pena que lo sigan. Se tomó los impuestos de un pueblo muy mal acompañado, con peor gusto gastó en regalos que delatan crianza y después desapareció para dar paso a su amigo, Federico Otermin, el triunfo arrasador. Casi cincuenta puntos de éxito tuvo el matrimonio Insaurralde - Otermin, más éxito que muchos preexistentes que habían trabajado para lograr algo de peso que represente el sentir de los municipios.

Juntos por el Cambio demostró que no era el cambio, el concepto de casta pesó más que nunca, Mauricio Macri resignó su tesis del ego para lograr ser central, quemar, romper, dividir y reinar nuevamente. Arruinó la carrera de Horacio Rodríguez Larreta y Patricia Bullrich de forma consciente, logrando su objetivo: configurar un nuevo espacio político de derecha y terminando con el espacio desdibujado e indescifrable en el que convivían mujeres como Maria Eugenia Talerico, Patricia Bullrich y María Oneto con Gerardo Morales, Martín Lousteau y Enrique Nosiglia, otro dirigente, que tras cuarenta años no logró entender la frase "saber retirarse a tiempo".

Nosiglia es parte del grupo de radicales que tejen y manejan puertos, aduanas y justicias locales, de forma incansable, con un mismo método que se supone que Javier Milei buscará obturar para renovar. Dos modelos de país se enfrentarán en siete días, pero sólo uno sobrevivirá. Será la supuesta industria nacional por sobre la teórica liberación del mercado. Será la austeridad por sobre el histórico lujo peronista que tanto ruido empezó a hacer al compás de sus fracasos políticos. Será entonces, la decisión de una sociedad de intentar por quinta vez un resultado distinto con los mismo factores, o vencer el temor al "saltar al vacío" para ver si, de una buena vez por todas, se abre el paracaídas.


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